A 200 años de la Autonomía de Santiago del Estero
Por Dra. María Mercedes Tenti*
Producida la revolución de mayo y realizado el pasaje del pacto de sujeción al pacto social, al decir de Halperín Donghi, para fundamentar el derecho a la emancipación surgió otro conflicto en torno a la discusión sobre la existencia de una o de varias soberanías. Desde Buenos Aires, la afirmación de una única soberanía como depositaria del pacto social, llevó a la consolidación de una tendencia centralista o unitaria que se contraponía a la sustentada desde el interior del ex Virreinato, que argumentaba la existencia de tantas soberanías como pueblos interiores existían.
Desde el inicio de la revolución coexistieron conflictivamente las soberanías de las ciudades con la de los gobiernos centrales que trataban de delimitar una soberanía única. De allí es que resulta confuso discernir cuáles eran las pretensiones de los pueblos al autogobierno y cuáles procesos fueron los que podríamos denominar autonómicos.
En las luchas autonómicas en la provincia de Santiago del Estero podemos distinguir dos momentos. El primero, correspondiente al movimiento encabezado por Juan Francisco Borges, a partir de 1814, y el segundo el liderado por Juan Felipe Ibarra en 1820. Ambos en consonancia con dos etapas diferentes, en los que sectores de las élites dirigentes pujaban por conservar espacios de poder y afianzarse en ellos.
En el primero, fueron las antiguas familias afincadas en la ciudad, funcionarios del nuevo cabildo surgido a partir de la revolución de mayo, integrado por comerciantes y propietarios de tierras cercanas a la ciudad, con acceso al riego del río Dulce, perjudicados por las campañas militares. Contrariamente, el sector ganadero, con propiedades cercanas a la frontera con el indio en las márgenes del río Salado, fue el que menos resultó afectado.
Frente a esta situación, el cambio del equilibrio político local era inminente ya que la hegemonía de la ciudad, de los sectores propietarios de las tierras irrigadas por el Dulce y de los funcionarios del cabildo se veía amenazada. El movimiento precursor liderado por Borges entre 1814 y 1816 respondía a estos intereses y fue sofocado por órdenes directas del Congreso. Se trató más bien de una agitación de sectores predominantemente urbanos, con ideas de soberanía no totalmente autonómicas y en la que el cabildo jugó un rol protagónico.
En 1820 había cambiado el escenario y las circunstancias políticas. Ante la ausencia de un gobierno central y la influencia de las ideas federales de los caudillos del litoral, surgieron con mayor fuerza las ideas de autogobierno pero, esta vez, con la participación de los representantes de los curatos de la campaña, más algunos sectores del cabildo y las fuerzas militares que respondían al caudillo Ibarra. Todos compartían la idea de conformar una provincia autónoma, integrada a la nación toda bajo una forma organizativa confederal.
El movimiento autonómico invocaba los derechos del pueblo al autogobierno, aunque manteniendo relación de dependencia con un poder central fruto de la organización nacional, a partir de la reunión futura de un congreso general constituyente. La emergencia de las soberanías locales fue la respuesta de los pueblos del interior a las pretensiones centralistas de Buenos Aires. La cuestión de la soberanía pasó a ocupar el lugar protagónico al reasumirla los pueblos del interior, entre ellos, Santiago del Estero.
El autonomismo comunal de Borges se amplió con Ibarra a una dimensión provincial.
Las provincias, en consecuencia, no surgieron como parte constitutivas de un Estado central sino como Estados independientes, autónomos, con un nuevo régimen representativo. La antigua estructura virreinal fue disgregándose y surgieron soberanías autónomas que constituyeron nuevas provincias con nuevas jurisdicciones.
A pesar de ello, se buscó reorganizar un orden social a través de la firma de pactos interprovinciales. El acta de la autonomía santiagueña se firmó el 27 de abril de 1820.
Hoy celebramos el bicentenario de este magno suceso.
* Coordinadora Académica Maestría en Ciencias Sociales de la Facultad de Humanidades, Ciencias Sociales y de la Salud de la Unse.