La Reforma Universitaria de 1918
La Reforma Universitaria se dio en un contexto mundial de crisis motivada por la Revolución Mexicana de 1910, el desarrollo de la Primera Guerra Mundial y el estallido de la Revolución Rusa. En el orden nacional, el Radicalismo había llegado al poder por primera vez en ocasión de aplicarse la Ley Electoral de 1912 permitiendo el acceso de Yrigoyen a la presidencia. Hacia 1918 existían en el país las universidades de Buenos Aires, La Plata, Santa Fe, Tucumán y Córdoba. En algunas ya se habían formado los primeros centros de estudiantes y se habían introducido reformas en los planes de estudio. Pero distinto fue el caso de Córdoba por el dominio que ejercía la Iglesia y que se traducía en un régimen reaccionario y conservador, al punto que los egresados debían jurar, al recibirse, sobre los santos evangelios.
La verdad es que el sistema universitario era obsoleto y con planes de estudio atrasados. Es en este contexto, cuando los estudiantes universitarios cordobeses se movilizan cuestionando la legitimidad del rector y de los decanos, a la vez que denunciaban los reglamentos, a los que calificaban de vetustos y autoritarios. Así, en marzo de 1918, se organizó un Comité Pro-Reforma, presidido por Ernesto Garzón, Horacio Valdéz y el santiagueño Gumersindo Sayago. En abril los representantes de las universidades de Tucumán, Santa Fe, Córdoba, La Plata y Buenos Aires conformaron la Federación Universitaria Argentina (FUA), al mismo tiempo que el presidente Yrigoyen decretaba la intervención de la Universidad ante la gravedad de los sucesos que se estaban produciendo. A continuación, se eligieron democráticamente los decanos de las tres facultades que existían entonces (Derecho, Medicina y Ciencias Exactas), triunfando los partidarios de la Reforma. Emilio Caraffa fue proclamado vicerrector y se dejó para el 15 de junio la elección del Rector. Todo indicaba que la elección recaería en Enrique Martínez Paz, defensor de la Reforma, pero los consejeros eligieron al candidato de la iglesia, Antonio Nores. Los estudiantes, al sentirse traicionados, impidieron su proclamación.
Acto seguido, el 21 de junio, Deodoro Roca redactó el “Manifiesto liminar de la Reforma Universitaria” que expresaba un exaltado anticlericalismo y antiimperialismo expresado en su título “La juventud de Córdoba a los hombres libres de Sudamérica” a la vez que enunciaba su adhesión incondicional a la independencia latinoamericana. Es en estas circunstancias en que se originó el nombre de la Franja Morada cuando, en los días más agitados de la Reforma, los estudiantes cordobeses expulsaron de la universidad al clero y a la aristocracia academicista haciendo flamear como bandera las cortinas que adornaban el salón de grados de la universidad y que eran de tono morado adoptando ese color como símbolo del régimen que habían derribado y a modo de identificación para aquellos que impulsaban la reforma.
Lo cierto es que el accionar de estos estudiantes obtuvo la adhesión de sus pares porteños, de distintas organizaciones obreras y de políticos e intelectuales destacados como Homero Manzi, Alfredo Palacios, José Ingenieros, Juan B. Justo, Alfredo Palacios, Nicolás Repetto y Leopoldo Lugones entre otros. En definitiva, el movimiento universitario logrará importantes reformas como la renovación de los programas de estudio, la apertura de la universidad a un mayor número de estudiantes, la participación de estos en su dirección y el cogobierno por graduados, docentes y alumnos; además de la libertad de cátedra y la autonomía.
El gobierno de Yrigoyen apoyó a la Reforma y colaboró para que se extendiera por el país. Una consecuencia directa fue su extensión a toda Latinoamérica influenciando en dirigentes de la región, como fue el caso del peruano Raúl Haya de La Torre, creador de la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA). Incluso, cuando se dieron los sucesos del Mayo Francés en 1968, los estudiantes recordaron las jornadas acaecidas en Córdoba cincuenta años atrás. Sobre la Reforma, Gumersindo Sayago expresó: “En aquellos días se trazó un sendero de rectitud, de libertad y de justicia social, por el que siempre seguí afanosamente. Con una honda fe en esos principios, me inauguré en la tarea de enseñar, valorando lo más exactamente que me fue posible, la libertad para enseñar y para aprender”.
Actualmente, a 99 años de la Reforma, aquellos cuestionamientos que se esbozaron alrededor de la profunda brecha que separó a la universidad de la clase trabajadora y el pueblo cobraron nuevamente una amplia vigencia al intentarse la aplicación de políticas que responden a un modelo capitalista que conlleva al peligro de una universidad de carácter elitista atravesada por la segregación y la restricción de amplios sectores de la población y que es necesario superar, pues la defensa de la universidad pública debe ser hoy y siempre.
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Autora: Mg. Adriana Medina